Bitácora del Comandante Kingdred.
Hoy no fue un buen día.
Llevo varios días sin poder descansar como corresponde. Lo primero que uno debe aprender durante los viajes interestelares es a administrar las horas y adaptar el cuerpo a los nuevos fenómenos estelares. Para una persona como yo, que ha nacido en la
Tierra, el entrenamiento es más complejo que para aquellos nacidos en una estación o puesto minero espacial. El ciclo
día/noche es, para nosotros los terrestres, un ciclo inherente a nuestro estilo de vida. El cuerpo se acostumbra a descansar en las horas de luna, y a estar activo en las horas de sol. Pero cuando el entrenamiento de vuelo espacial comienza, la primera fatiga del cuerpo es causada debido a esa falta de ciclo. En el espacio no hay ciclos solares, ni lunares, ya que cada hora de vuelo puede significar un Sistema Estelar diferente, con fenómenos y ciclos diferentes. Puedes pasar 48hs en el puente de la nave, trazando cursos y analizando datos de GalNet pero, tarde o temprano, te darás cuenta de que tu cuerpo, como la nave, necesita detenerse. Necesita combustible, energía, mantenimiento.
Ya no recuerdo cómo era estar acostumbrado al ciclo terrestre. He aprendido a administrar la energía, el tiempo, el trabajo. Pero la dificultad de conciliar el sueño últimamente ha hecho de esto último un problema. Cuando tienes un tripulante todo es más sencillo, puesto que puedes repartirte las tareas y acordar turnos de trabajo y descanso. Pero mi tripulante,
Almira Patterson, en estos momentos se encuentra a cientos de miles de años luz, a bordo de la
UCC Ishimura. No hay razón aparente para la falta de sueño, pero aún así esto supone una dificultad a superar si quiero que no intervenga en el trabajo de exploración, y tampoco si pretendo no convertirme en una
debilidad para la Expedición. Definitivamente
Horizontes Lejanos necesita muchas cosas, pero la debilidad no es una de ellas.
Pero, si tengo que ser sincero, creo que el problema de conciliar el sueño persiste desde hace 76hs, luego de
aquello...
Desperté en mi camarote. El
Sueño de Tilikum se hallaba funcionando con sistemas mínimos, orbitando un gigante gaseoso en
Prai Hypoo GF-E c10. Me levanté de la litera, me vestí, me asee, me preparé un café y tomé algunos frutos secos. Antes de salir del habitáculo, en dirección al pasillo central, miré por la ventana. El gigante gaseoso parecía devorar la oscuridad del vacío que lo contenía, para imponer sus tonos rojizos con total impunidad.
Luego de las tareas de rutina en el Motor de Distorsión y otros subsistemas, me dirigí al puente y me preparé para el salto hiperespacial. El objetivo era un sistema vecino que parecía interesante, aunque pudo haber sido cualquier otro.
La Orca se puso en marcha con total normalidad y respondió como era esperado; al cabo de pocos minutos el salto ya había terminado y una estrella de tipo F nos dio la bienvenida.
Una vez terminado el análisis del Sistema, llamó mi atención un cuerpo rocoso que presentaba una señal extraña en el sensor, supuse que sería algún tipo de fenómeno estelar que interfería con el mismo, pero de todas formas me preparé para el aterrizaje.
La gravedad no significó un problema, por lo que la nave aterrizó en la superficie sin mayor problema. Se trataba de un planeta casi sin montañas, completamente gris, rocoso, y por supuesto sin vida... aunque la señal del escáner seguía insistiendo con aquella extraña anomalía. ¿Se trataba de un error? ¿Quizás alguna cápsula de escape ocupada? Debía averiguarlo.
La travesía del SRV a través del páramo desolado fue calmada y sin novedades. Realmente no había mucho que explorar, salvo por la dichosa señal. Estaba listo para revelar el origen de la señal y salir rápidamente de aquel Sistema tan aburrido... cuando la vi:
Una Anaconda. Hecha pedazos contra la dura armadura de roca de la superficie. Efectivamente, la señal provenía de allí. Eso quería decir que no se trataba de ninguna interferencia ni de anomalía alguna. Lo más probable es que se tratara de algún incidente, aunque los valores mínimos de gravedad hacían de un aterrizaje forzoso algo casi imposible. Después de todo, es muy improbable que pilotos novatos frecuenten el espacio profundo, y ningún comandante en condiciones de volar una Anaconda tendría un accidente de tamañas proporciones, dejando inutilizada la nave. Es verdad que algunos cazarrecompensas son implacables, y que persiguen a los piratas a través de grandes distancias para darles caza, pero estábamos
demasiado lejos de cualquier sistema habitado, y la Anaconda tampoco tenía indicios de haber sido destruida en combate. Pero definitivamente había alguien con vida dentro, por lo que esto se había transformado en una
misión de rescate.
Rodee la nave y me acerqué hasta la compuerta de carga. Se hallaba averiada y casi abierta, lo suficiente como para entrar con el vehículo de reconocimiento. La bahía de carga era una estructura de acero retorcida como un espiral a causa del impacto, y las pocas cajas que poseían algún tipo de cargamento se hallaban hechas pedazos y esparcidas por todo el lugar. Desde mi asiento pude distinguir la puerta de acceso al hangar, se hallaba aún presurizada, y sabía que desde allí podría acceder a los pasillos de la nave.
Dejé el SRV en la bahía de carga. Caminé hasta la puerta, solicité el acceso de emergencia y, para mi sorpresa, el mecanismo se accionó. Eso implicaba que el núcleo de energía aún funcionaba. El accidente no pudo haber sucedido menos de 30 días atrás. Los supervivientes quizás se habrían aislado en el puente y los habitáculos superiores.
Una vez dentro del hangar, y tras chequear en el panel de mi traje los
niveles de oxígeno, me retiré el casco. Odio el cristal del visor.
Llegué a los pasillos centrales sin problemas, aunque eran evidentes los estragos que el accidente había ocasionado en las arterias de la nave. Algunos tubos de vapor habían colapsado y filtraban el lugar con una humedad que tomaba forma sobre el piso del pasillo, imposibilitando la visibilidad del mismo. Tropecé un par de veces.
Escuché un ruido a mis espaldas.
Un golpe seco y breve, como si un pedazo de carne golpeara con fuerza contra un metal. Me voltee. El pasillo central de la Anaconda se extendía hasta unos treinta metros detrás de mí, hasta que moría en una esquina, posiblemente dando vida a un corredor perpendicular. Me sentí extraño. Sin mucho preámbulo seguí andando.
No quedaba mucho para llegar al puente. Aceleré el paso, inusualmente nervioso, y di voz con la esperanza de que alguien respondiera. Nadie habló.
Sabía que el puente estaba del otro lado del siguiente corredor, después de todo conocía muy bien aquellos pasajes, gracias a las continuas visitas y reuniones realizadas en las naves de los demás miembros de la Expedición. Era el único que no volaba en la estrella de la corona de industrias Faulcon DeLacy.
Solo debía dar unos pasos más, girar allí en aquel pasillo y luego yo...
Mi mente estimó, en un segundo, más ideas de las que puedo recordar. ¿Un herido? ¿Estragos del accidente?
De pronto, al notar los vellos de la nuca erizados y aquella sensación eléctrica y fría en mis miembros a causa del nerviosismo, me tranquilicé a mi mismo pensando que era perfectamente natural que, en un suceso de aquellas características, haya consecuencias y escenas tan crudas como de la que estaba siendo testigo. Me obligué a caminar...
Rodee la sangre, apoyé una mano en la fría pared de la Anaconda y me dirigí hacia la luz que salía de la puerta... estaba seguro de que allí encontraría al piloto en apuros y, con él, todas las respuestas...
Me he
obligado, desde aquel día, a olvidar lo visto en aquel puente de mando. E incluso he tomado la decisión de no compartir el hecho con los demás miembros de la
Expedición Horizontes Lejanos. ¿Cómo explicarles? Si me contaran lo que vi, en el asiento del Comandante, tampoco yo lo creería...
Sí, seguramente es a causa de todo
esto que no puedo descansar... creo que temo cerrar los ojos y proyectar, detrás del vacío oscuro de mis párpados, aquella pesadilla. Encontrarnos ya a 500al de allí no me tranquiliza en lo absoluto... pero confío en reencontrarme a mi mismo, junto con mi valor y coraje.
Después de todo...
nadie lo creería.