Así fue que motivado más por la vanidad propia que por el hambre de descubrir hermosos sistemas estelares jamás visitados emprendí mi viaje hacia el centro de la galaxia.
De entre todas mis naves, escogí mi fiel Python con unos modestos 35 Al de salto. El viaje sería largo, pero esto me garantizaría visitar la mayor cantidad de sistemas estelares y sortear fácilmente campos de enanas marrones o de estrellas que no permitieran el uso de mi colector de combustible.
Para maximizar mis ganancias en datos cartográficos decidí ir por debajo del plano de la galaxia, haciendo una especie de U, donde el extremo derecho sería el inicio y al final lógicamente Sagitario A. A medida que me alejaba se incrementaba mi miedo de quedarme sin combustible, hasta casi transformase en una especie de paranoia al mirar fijamente el indicador de combustible salto tras salto.
A medida que me internaba en espacio totalmente desconocido fui ganando confianza, y también experiencia con las formas holográficas y tipos de cuerpos celestes que estaba escaneando. Escanié absolutamente todos las estrellas, planetas con alto contenido en metal, ricos en metales, mundos acuáticos, tipo tierra (encontré muy pocos), de amoniaco y gaseosos si estaban al alcance de mis sensores. Si el sistema me parecía interesante escaneaba absolutamente todos los cuerpos celestes como dicta el manual del buen explorador.
Luego de mil saltos, llegué a destino, Sagitario A.


Luego de dar unas cuantas vueltas por el sistema en supercrucero, emprendí el largo retorno. La vuelta se me hizo interminable. Desde el inicio del viaje me había quedado claro que la monotonía de la exploración no me atraía mucho, y no era nada comparada con la adrenalina que me generaban las batallas entre naves, siendo yo un comandante militar de primera línea.
El retorno fue por arriba del plano de la galaxia, en una especie de U invertida. No vi mucho ni nada interesante, o no lo supe ver. Me movía por el afán de estar pronto de nuevo en casa brindando en alguna cantina con los comandantes amigos de siempre.
Ya a unos 5 mil años de distancia, cuando los sistemas de comunicaciones cobraron vida nuevamente, me enteré de la gran movilización de los comandantes de Unión Cosmos para apoderarse de las últimas estaciones espaciales de nuestro sistema hogar. Eso aceleró mi regreso, al punto de llegar en medio de grandes batallas por el dominio de nuestro sistema estelar.
Luego de semejante viaje y al bajar de la nave, no pude más que sentirme agradecido a mi fiel Python por la seguridad que me brindó en el más vacío espacio que jamás hubiera imaginado.
